sábado, 21 de enero de 2012

Requiem for a dream (2000)

Réquiem por el cine

Había visto Pi y The Fountain. Ambas me parecieron una ofensa a la inteligencia, producto dirigido a hurgar en el nervio fácil del público más borregil e iletrado ¿Por qué, después de la adquirida aversión al vulgar y sobrevalorado Darren Aronofsky, me aventuré a perder mi tiempo con Requiem for a dream? Fácil suponerlo: Las críticas a bombo y platillo, comentarios de amiguetes, la etiqueta de absoluta referencia que le endosaron ya desde su estreno. Me entró el achaque de "Venga, me la veo un día y me la quito de encima" con que la curiosidad le incomoda a uno.

Tótem del efectismo y el videocliperismo. Según seguía los esterotipados, predecibles y exacerbadamente melodramáticos aconteceres de los esterotipados, predecibles, simples e impersonales personajes, no me abandonaba la sensación de que estaba intentando ser manipulado a la guisa en que lo hace un spot publicitario. Tanta forma vacua, tanta cabriola y malabarismo técnico y tan poco contenido.

Apuntar, además y nuevamente la ignorancia musical y el oído embrutecido del público y la crítica que han voceado lo maravilloso de la banda sonora. La pérdida de sensibilidad artística y la absoluta falta de referencias (mira que la historia de la música ha dado cuartetos de cuerda maravillosos!) provoca el aplauso fácil a un Clint Mansell que tiene registradas en su haber algunas de las partituras más pobres de la historia de la música.

Todo es tan desmesurado que resulta estúpido. La falta de sutileza narrativa y el histrionismo plástico de Aronofsky dejan prever sin dificultad que al prota le van a amputar el brazo donde se pincha, que la co-prota jovencita va a terminar prostituyéndose víctima de la adicción, que la prota veterana terminará tan yonki como aquellos debido al exceso del híbrido anfetaminas-soledad. Sólo hay que imaginarlo todo al extremo, que es el ángulo desde el que Aronofsky parece crear siempre sus demagogas obrillas. Todo es tan tonto que por momentos pienso que ha de haber cierto humor intencionado entre líneas. Tan tonto tan tonto es todo, que así, gratuítamente, el otro co-prota, el amigo negro, termina en la cárcel porque sí, porque había que endosarle una tragedia a él también, no se le ocurriese al público pensar que en Requiem for a dream existe rayo de esperanza alguno, aunque haga daño a la vista el abismal vacío argumental que llenaría la explicación de por qué a un hombre que no lleva droga encima, que está esperando en la sala de espera del hospital, de pronto, sin juicio ni trámite alguno le encierren con trabajos forzados de propina.

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