sábado, 21 de enero de 2012

Deadwood (2004-06)

Literatura gráfica


Hoy he tenido un sueño curioso: Encontraba al Dr. Cochran comiendo pipas peladas detrás una esquina. Mientras las compartía conmigo, me echaba a llorar porque sabía que Cochran, uno de los personajes más entrañables de la historia del cine, tenía tuberculosis e iba a morir. Al despertar he bajado al súper y me he traído una bolsa de pipas peladas, de la que estoy dando cuenta ahora, mientras escribo estas líneas.

Finalizada la 3ª y última temporada de esta fascinante obra, he sentido lo que ya me aconteciera al terminar The Wire, una desazón inesperada, una tristeza irracional fruto de asumir que todos esos personajes, con los que he compartido tantas horas, no volverán a estar. Por supuesto que habrá revisionados, pero hará falta mucho tiempo para que la novedad recupere frescura y color.

Más que televisión, más que cine, Deadwood, como The Wire, podría ser incluída sin dubitaciones entre títulos de la literatura clásica de todos los tiempos. Parece una de esas largas y voluminosas novelas rusas en las que un montón de personajes y avateres conforman un complejo microcosmos que empieza y finaliza en un momento y en un lugar determinados, aunque su sofisticada naturaleza de piezas de arte las extienda hasta el infinito en el futuro y en el pasado.

Un Ian Shane abrumador, un Brad Dourif cojonudo y una larga fila de co-protagonistas y secundarios para quitarse el sombrero. El que siempre se me atragantó un poco, entre algunos otros secundarios de poca monta, es el propio protagonista Timothy Olyphant. Supongo que no tanto por el actor como por el personaje, eterno gruñón que parece estar siempre poseído por un fuego en ocasiones excesivo.

Lástima que una obra de arte de esta magnitud haya quedado inconclusa, y doble lástima que el proyecto de finalizarla con dos películas de dos horas quedase también en el aire.

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