domingo, 22 de enero de 2012

Celda 211 (2009)

Un enorme Tosar, que a pesar de su talento no salva la empresa
Más o menos lo que me esperaba, otro subproducto inmaduro en vena de telefilme donde el Tosar gana y el resto da vergüenza ajena. Uno podría suponer que carcelarios y presos han sido elegidos de entre los extras de toda la bazofia que vomita la tele patria en forma de teleserie. Ya no sé qué creer, y la verdad, me importa una mierda. Si esto es lo mejor que puede hacer el cine español, allá ellos, su mediocridad y su infinita carestía de autocrítica. Resines tiene oficio, de manera que siempre sale más o menos airoso; lo mismo de Manuel Morón, aunque su papel aquí no sea de mucho lustre.
Interpretaciones por un lado. Por otro el recalcitrante efectismo que es, a la postre, lo que deja estos intentos en agua de borrajas. La mujer del prota, apaleada y muerta al fin; Dato clave en la trama, sí, pero es este tipo de giros de trazo grueso los que separan a nuestro cine del cine de fuera, que sigue dando muestras anuales de la sutileza e inteligencia que inmortalizan una buena cinta. Si tan sólo aprendiésemos un poquito de la edad dorada que están viviendo las series norteamericanas...

800 Balas (2002)

Panderetalandia
Infame, sobreactuada (como es rigor en nuestro excelso cine patrio) y, lo que es peor, aburrida. Porque de un truñete así espera uno al menos pasar el rato.

Desde que se ha puesto de moda el revival, a falta de sesos que den ideas interesantes, la zafiedad impera campante y sonriente con el vulgar pretexto del homenaje y del guiño a los grandes del pasado. "Que no, coño, que es un homenaje!" Si quereis hacer homenajes, Álex, os juntais tú, Tarantino y sendas pandillas de ambos y os lo montais en casa con marionetas, en lugar de gastaros la pasta en algo tan innecesario e inmaduro.


Y digo yo, que ahora que De la Iglesia ha decidido unirse a la campaña contra las descargas que perpetra la malvada sociedad desde sus casas, y que a buen seguro hará desaparecer el cine, la música y la literatura, y que aumentará el hambre en el tercer mundo a un plazo vertiginoso, la próxima la podía hacer de piratas que asaltasen sin pudor barcos repletos de emepetreses. Eso sí, que no falten las tetas, las palabrotas y los picoletos, JUA JUA JUA, que estamos en España, cojones!


Vaya cagada olímpica, amigo. Y con esto siguen teniendo la poca vergüenza de abanderar la supuesta calidad del cine español...
PD: Y no, señores, Sancho Gracia no hace un buen papel, hace de sí mismo, que es por lo que se aplaude también a Penélope Cruz cuando hace de barriobajera.

Gangs of New York (2002)

Cómo despilfarrar 97.000.000 de dólares sin necesidad de consumir drogas 

Lo peor de que uno se afane contínua y exclusivamente en firmar clásicos y humedecer a los críticos, al público y a seres de otras galaxias, es que se corre el riesgo de terminar firmando una mierda olímpica de presupuesto e infantiles pretensiones superlativas como Gangs of New York.

Ya al comienzo del film siento en la garganta ese algo indefinible que intento ignorar y que finalmente, después de un buen minutaje, consigo escupir sobre mi mano. Es una idea incómoda. Leo su contenido: "Detrás de tanto decorado, extras, malabarismos, planos generales épicos y sentencias con ínfulas de máxima, todo en esta película es un paraje yermo y estéril".

Resulta casi obsceno constatar secuencia tras secuencia el despilfarro de dólares que perpetra Scorsese para a la postre reducir el film a un infantil argumento de telenovela, en el que se dan cita un romance bobo, una venganza boba y mil y una pinceladas de patriotismo, honor, justicia celestial, rúbricas por doquier en los libros de historia y todo ese aburrido y manoseado utillaje al que nos tiene acostumbrados el cine yanki de mala calidad. Cosas como "Mi padre murió luchando por su país" y toda esa basura panfletera.

Por mucho que lo haya intentado, por mucho que lo siga intentando, Martin Scorsese nunca logrará ser más que el mediocrucho director que en realidad siempre fue, y que tiene, eso sí, buen ojo para los castings y las relaciones públicas. Si Robert de Niro salvó con su talento algunas de las obras del realizador, Day-Lewis se gana aquí también el sueldo con un trabajo más que respetable, a pesar de que su competencia se vea tan contrastada con el vacío argumental y el frívolo estilo narrativo de esta cinta grandilocuente y falaz.

Por otro lado, Di Caprio. Quede dicho que le considero un actor de primera, pero en demasiadas ocasiones ejecuta roles que no le sientan bien y Gangs of New York es una de ellas.

En fin... una pena.

sábado, 21 de enero de 2012

Deadwood (2004-06)

Literatura gráfica


Hoy he tenido un sueño curioso: Encontraba al Dr. Cochran comiendo pipas peladas detrás una esquina. Mientras las compartía conmigo, me echaba a llorar porque sabía que Cochran, uno de los personajes más entrañables de la historia del cine, tenía tuberculosis e iba a morir. Al despertar he bajado al súper y me he traído una bolsa de pipas peladas, de la que estoy dando cuenta ahora, mientras escribo estas líneas.

Finalizada la 3ª y última temporada de esta fascinante obra, he sentido lo que ya me aconteciera al terminar The Wire, una desazón inesperada, una tristeza irracional fruto de asumir que todos esos personajes, con los que he compartido tantas horas, no volverán a estar. Por supuesto que habrá revisionados, pero hará falta mucho tiempo para que la novedad recupere frescura y color.

Más que televisión, más que cine, Deadwood, como The Wire, podría ser incluída sin dubitaciones entre títulos de la literatura clásica de todos los tiempos. Parece una de esas largas y voluminosas novelas rusas en las que un montón de personajes y avateres conforman un complejo microcosmos que empieza y finaliza en un momento y en un lugar determinados, aunque su sofisticada naturaleza de piezas de arte las extienda hasta el infinito en el futuro y en el pasado.

Un Ian Shane abrumador, un Brad Dourif cojonudo y una larga fila de co-protagonistas y secundarios para quitarse el sombrero. El que siempre se me atragantó un poco, entre algunos otros secundarios de poca monta, es el propio protagonista Timothy Olyphant. Supongo que no tanto por el actor como por el personaje, eterno gruñón que parece estar siempre poseído por un fuego en ocasiones excesivo.

Lástima que una obra de arte de esta magnitud haya quedado inconclusa, y doble lástima que el proyecto de finalizarla con dos películas de dos horas quedase también en el aire.

10.000 B.C. (2008)

Apadrina un guionista. Emmerich te lo agradecerá

Debe ser que estoy en época de autoflagelación por todos mis pecados, que después de ver la inefable 2012 me aventuré con otra de las erupciones de Roland Emmerich, 10.000 B.C., aún peor si cabe.

Tengo la teoría de que Emmerich despilfarra tanto en localizaciones y efectos especiales que luego sólo le quedan unos cuantos dólares para pagar a un guionista, de modo que contratan a algún individuo lobotomizado, no para que escriba algo, sino para que eche unos minutos en copiar-simplificar las mil millones de cintas comerciales hechas hasta la fecha, sin añadir ni una gota de impronta personal. Como la copia simplificada ha de ser tarea ardua para el lelo, Emmerich coescribe con él estas joyas que están llamadas a ir a la basura con la mayor prontitud poco después de sus estrenos.

A ver si me ha quedado claro:

Hace 12.000 años los seres humanos tenían un cutis estupendo, cejas perfiladísimas, barba arregladita al detalle, el vello corporal depilado, rastas perfectas y cortejaban a las chicas estilo Hugh Grant. Comían mamuts y derrocaban sin esfuerzo y también sin carisma a un imperio ridículo que contaba con unos cuantos soldados y otros tantos sacerdotes que ven marcas y profecías hasta el hartazgo.

Una peli plana, plana, plana. Si Independence day logró mostrarnos cuán lamentable puede llegar a ser una producción cinematográfica haciendo uso de un montón de dólares, 10.000 supera la marca y se sumerge en el submundo del infracine, de lo estúpido, de aquello que nunca debió ver la luz.

Como soy un pecador empedernido, no obstante, tengo en espera la que espero sea la última del mononeuronal Emmerich, The day after tomorrow, que algún amiguete me ha dado su palabra de que es bastante mejor que estas dos últimas.

Jeróooonimoooooo!!

Requiem for a dream (2000)

Réquiem por el cine

Había visto Pi y The Fountain. Ambas me parecieron una ofensa a la inteligencia, producto dirigido a hurgar en el nervio fácil del público más borregil e iletrado ¿Por qué, después de la adquirida aversión al vulgar y sobrevalorado Darren Aronofsky, me aventuré a perder mi tiempo con Requiem for a dream? Fácil suponerlo: Las críticas a bombo y platillo, comentarios de amiguetes, la etiqueta de absoluta referencia que le endosaron ya desde su estreno. Me entró el achaque de "Venga, me la veo un día y me la quito de encima" con que la curiosidad le incomoda a uno.

Tótem del efectismo y el videocliperismo. Según seguía los esterotipados, predecibles y exacerbadamente melodramáticos aconteceres de los esterotipados, predecibles, simples e impersonales personajes, no me abandonaba la sensación de que estaba intentando ser manipulado a la guisa en que lo hace un spot publicitario. Tanta forma vacua, tanta cabriola y malabarismo técnico y tan poco contenido.

Apuntar, además y nuevamente la ignorancia musical y el oído embrutecido del público y la crítica que han voceado lo maravilloso de la banda sonora. La pérdida de sensibilidad artística y la absoluta falta de referencias (mira que la historia de la música ha dado cuartetos de cuerda maravillosos!) provoca el aplauso fácil a un Clint Mansell que tiene registradas en su haber algunas de las partituras más pobres de la historia de la música.

Todo es tan desmesurado que resulta estúpido. La falta de sutileza narrativa y el histrionismo plástico de Aronofsky dejan prever sin dificultad que al prota le van a amputar el brazo donde se pincha, que la co-prota jovencita va a terminar prostituyéndose víctima de la adicción, que la prota veterana terminará tan yonki como aquellos debido al exceso del híbrido anfetaminas-soledad. Sólo hay que imaginarlo todo al extremo, que es el ángulo desde el que Aronofsky parece crear siempre sus demagogas obrillas. Todo es tan tonto que por momentos pienso que ha de haber cierto humor intencionado entre líneas. Tan tonto tan tonto es todo, que así, gratuítamente, el otro co-prota, el amigo negro, termina en la cárcel porque sí, porque había que endosarle una tragedia a él también, no se le ocurriese al público pensar que en Requiem for a dream existe rayo de esperanza alguno, aunque haga daño a la vista el abismal vacío argumental que llenaría la explicación de por qué a un hombre que no lleva droga encima, que está esperando en la sala de espera del hospital, de pronto, sin juicio ni trámite alguno le encierren con trabajos forzados de propina.